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martes, 1 de noviembre de 2016

Dominicos de la Inmaculada Concepción



Dominicas de la Inmaculada Concepción 

Escudo Dominico
Fundada en 1869 por la M. Hedwige Portalet en la ciudad de Toulouse (Francia), para la educación de los jóvenes, sobre todo de los invidentes. Se agrega a la Orden en 1884, gracias a la intervención del Bto P. Hyacinthe-Marie Cormier, 76º Maestro de la Orden (1904-1916), considerado como nuestro fundador. Su acción se desarrolla en la Iglesia y en la Orden: educación de niños, jóvenes y adultos, videntes e invidentes; cuidados sanitarios a los enfermos, a los ancianos y a los pobres; trabajo social para la promoción humana y cristianamente liberalizadora de la humanidad; misión pastoral, catequesis... Con tres Provincias, 74 casas y 470 hermanas presentes en España, Perú, Ecuador, Colombia, Argentina, y Francia, donde se encuentra la Casa Madre. Su carisma está basado en dos valores fundamentales dinamizados por la Palabra de Dios:
  • Comunión: profesión de los consejos evangélicos; vida común; observancia regular; celebración en común de la liturgia y otras oraciones y el estudio.
  • Misión: “A ejemplo de Santo Domingo, que ansiaba ardientemente la salvación de los hombres y de los pueblos, las hermanas deben saber que han sido enviadas a todos los hombres, para que así dirijan toda su atención en la evangelización y la extensión del Reino de Dios” (Const. 175).

La  Familia  Dominicana

Familia Dominica 
 La Orden de Predicadores ha nacido como familia; una familia que comparte el mismo carisma común de la predicación. Este fue el proyecto de Domingo.
Las ramas de la familia dominicana son múltiples: frailes, monjas, congregaciones de hermanas, seglares en fraternidades, grupos de jóvenes, institutos seculares y sacerdotes seculares en fraternidad. «Cada una tiene su carácter propio, su autonomía. Sin embargo todas participan del carisma de Santo Domingo, comparten entre ellas una vocación única de ser predicadores en la Iglesia» (Capítulo de México, 1992). Más allá de la amistad y de la unión íntima entre las ramas diversas, se desarrolla la toma de conciencia de una complementariedad, de una responsabilidad mutua para trabajar juntos en el anuncio del Evangelio al mundo. Un auténtico espíritu de colaboración, entre hombres y mujeres, clérigos y seglares, contemplativos y activos, comienza a desarrollarse en toda la Orden. «Ahora es el tiempo favorable para que la familia dominicana llegue a una verdadera igualdad y complementariedad »(Capítulo de Quezon City, 1977).

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